Ese es el inconfundible alarido de una jauría de chibolos correteando al bando enemigo. Tras el primer grito se escuchan zapatillas arrastrándose rápidamente hacia los jardines cercanos. Todos buscan piedras medianas para repeler el primer ataque. (Medianitas nomás porque la desnutrición también juega su rol acá y tampoco muy chiquitas porque entonces se ríen de ti y quedas peor: debilucho sí, monse nica.)
Ya es tarde para asomarme por mi ventana, los cabros están arrasando con la gente y ya tienen mi casa ganada. Las piedras revientan contra las puertas y nada protege los vidrios de mi casa, ya ves ya ves te dije que pongas reja, carajo. Es mejor esperar.
Los cagones tienen que escapar y así lo hacen. Desaparecen por la esquina del colegio a buscar más puntas. Detrás de ellos van los invasores ya sientiéndose dueños de la cuadra. En la calle sólo quedan los perros ladrando y ahora nos toca salir por nuestras ventanas tan sólo a mover las cabezas resignadas, cumpliendo con la ceremonia del lamento y la rabia.
Son las 3 y por ser sábado las tiendas todavía están abiertas. En una de ellas se han refugiado quienes conversaban en la calle, los que no se animaron a tonear o a quienes nadie invito. Eso de "refugiarse" no es tan así, aunque ha pasado que gente que pasaba nomás ha salido perjudicada, lo cierto es que, como uno de los más tíos solía decir no, con las personas, no nos metemos.
Regreso a mi cama pensando en que hubo tiempos peores. Estos son chibolos jugando al guerreo en comparación con la gente de antes. No termino de recordar las caras de los más tíos cuando los mismos gritos de hace 10 minutos vuelven a escucharse pero ahora desde el otro lado. Salto de la cama rápido para ganarme con la mecha pero de nuevo ya están sobre mi casa. No importa, igual miró por la ventana. Los cagones ahora son más y corretean de vuelta a los cabros. Atraviesan el parque y se pierden en la avenida.
Regresan convencidos de habernos defendido heróicamente, se ríen fuertemente como para sacar los nervios. Se secan el sudor y miran a la gente, a las casas, a los perros como esperando que reconozcamos su heroicidad. La gracia termina al escuchar las sirenas del serenazgo al que alguna vecina desagradecida ha llamado. Nuestros aguerridos quinceañeros no tienen más que abandonar el terreno que acaban de recuperar.
Ah, claro, claro, mi cuadra es zona grone, recontra grone... aunque ninguno de nuestros defensores vive por acá.
30.11.08
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