29.3.10

La inocencia primaria del diablo

"Luego regresaba a mi casa, despacio, pensando con lucidez en el tiempo en que alcanzaría la edad y la decisión necesarias para acercarme a una mujer hermosa; tanto más bella si vivía en pueblos hostiles." José María Arguedas en Los ríos profundos.

Por ahora sólo diré que me ha dado la batalla. Ya sobre la hora punta, lo encontré en las manos de un anciano. Ocho soles, me dijo. Mientras regateaba y hacía la finta que no tenía esas monedas, me di cuenta de que a veces uno deja de pensar y simplemente actúa, como aquellos a quienes uno tanto odia. Pides rebajas aún cuando el precio es justo. Entregué las monedas y miré al hombre esperando que entendiese mi culposa banalidad.

Volveremos a vernos cuando nadie te mendigue lo que es tuyo, quise decirle.

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