Por ahora sólo diré que me ha dado la batalla. Ya sobre la hora punta, lo encontré en las manos de un anciano. Ocho soles, me dijo. Mientras regateaba y hacía la finta que no tenía esas monedas, me di cuenta de que a veces uno deja de pensar y simplemente actúa, como aquellos a quienes uno tanto odia. Pides rebajas aún cuando el precio es justo. Entregué las monedas y miré al hombre esperando que entendiese mi culposa banalidad.
Volveremos a vernos cuando nadie te mendigue lo que es tuyo, quise decirle.